El buceador chamuscado.
En el año 2005 los incendios forestales volvieron a cebarse con los bosques españoles. Cientos de miles de hectáreas desaparecieron pasto del fuego. Las altas temperaturas por un lado y la acción de os pirómanos por otro provocaron que el desastre forestal alcanzara enormes dimensiones. En aquellos incendios hubo numerosas victimas. Pero ningún caso fue tan sorprendente y desgraciado como el ocurrido en el Parque Natural Arribes del Duero en Zamora. La noticia se conoció varios meses después de que el suceso ocurriera.
Para controlar el fuego las autoridades recurrieron a todos los medios que tenían a su alcance. Decenas de hombres participaron en las labores durante los cuatro días que se tardó en controlar las llamas. Una vez que concluyó el incendio los agentes forestales se dispusieron a evaluar los daños. La sorpresa fue mayúscula cuando uno de los parajes más afectados apareció una victima de la que no se tenía noticia. Se trataba de un hombre de mediana edad que vestía un traje de buceo que parecía perfectamente equipado para practicar el submarinismo ¿Qué hacia allí? Lógicamente los investigadores se dispusieron a buscar una respuesta inmediata.
Las pesquisas dieron pronto sus frutos. Por increíble que pareciera y según se explicó en varios medios de comunicación la realidad había sido la siguiente. La identidad de la victima respondía a un hombre que se había dado por desaparecido en los mismos días del incendio. Sin embargo, aquella persona se había perdido en el mar, a 200 kilómetros de distancia de donde se había producido el fuego. Pero la respuesta se averiguó pronto. Y es que según se determinó el hidroavión que recogía agua del mar para posteriormente echarla sobre el incendio se había abastecido justo en el mismo lugar en el cual el buceador había desaparecido. Al parecer aquel hombre ha sido absorbido por los depósitos del hidroavión cuando éste recogía agua. Posteriormente cuando vació el depósito, el cuerpo sin vida del deportista fue arrojado al bosque que se estaba incendiando. Sin embargo, la noticia que insistimos fue recogida por varios medios de comunicación, es falsa. Jamás ocurrió algo así en realidad. Sin embargo la rocambolesca historia de la muerte del submarinista ha sido aceptada como real. No pocos comentarios cotidianos ha generado. Y muchas personas creen que las cosas ocurrieron así.
Pero una de las premisas básicas para detectar una información que pueda ser una leyenda urbana es que la noticia aparezca en varias fechas distintas y en escenarios dispares. Así en la reciente oleada de incendios de Australia la historia del submarinista chamuscado también fue publicada. Del mismo modo apareció en California cuando hace unos años se produjeron unos incendios forestales. En esta ocasión fue tal el impacto de la noticia que una de las series más populares de la televisión recreó el hecho. Se trataba de CSI Las Vegas que lo reflejó en un capitulo en el cual el equipo de forenses intenta averiguar el origen de un submarinista que ha aparecido muerto en un árbol como si hubiese sido lanzado desde el aire.
En muchas ocasiones las leyendas urbanas consisten en eso, en falsas noticias que se adaptan a cada momento y lugar. No se ha podido reconstruir aun como se generan y alimentan. Algo muy similar ha ocurrido en otros casos de los cuales todos hemos oído hablar en alguna ocasión. Por ejemplo, la historia de los cocodrilos de las alcantarillas de Nueva York. En no pocas ocasiones se ha comentado la noticia. Sin embargo, jamás se ha producido un hallazgo de esas características. Pero como todas las leyendas urbanas su marejada es imposible de controlar. Así la historia de los caimanes de Nueva York apareció de nuevo hace unos años en algunas localidades de Barcelona. Se trataba de animales exóticos que los turistas traían de sus viajes pero que los dueños incapacitados para controlar al animal decidían arrojar por sus retretes. La historia se volvió más rocambolesca cuando esos caimanes surgían de nuevo por los sanitarios de otros vecinos cuando efectuaban sus necesidades fisiológicas. Afortunadamente para ellos sólo era una leyenda urbana.
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